Un viaje plagado de caídas, miedos, un par de aciertos…
En búsqueda de mi mejor versión.
Mi historia es quizás un síntoma repetitivo de una sociedad que vive desde la competencia, la comparación y la falta aceptación. Lo cierto es que por ser quien soy es una muy particular interpretación.
Como muchos al salir de la escuela yo era un tipo que carecía de identidad, propósito de vida y originalidad. Un personaje inseguro, plagado de miedos, neurosis y frustraciones rumbo a esa selva que algunos conocen como el mundo laboral.
Encarnando tal concepción, a mis 18 años me veía frente a la decisión sobre que estudiar con la finalidad de ganar una mensualidad que para ese entonces debía emplearse en un gran porcentaje en las finanzas del hogar conformado por madre, padre y hermanos, pero sin perder del radar el objetivo centrado en aquella emancipación que buscaba el camino heredado, focalizado en construir una familia y mi propio hogar.
Estudie comercio exterior, trabaje algunos años en una rutina que me encaminaba de la casa a la oficina, un ascenso logrado por cansancio, un seguro medico para curar los síntomas de esa inercia de caminar con zapatos ajenos, salidas de fin de semana que buscaban aliviar la rutina heredada y con algo de suerte esperar vacaciones para viajar a la costa, olvidarme del mundo y aquella falta de sentido que con los años carcomía las entrañas.
Lo cierto es que pese a la falta de amor, valoración y apreciación por mi persona siempre sentí (desde pequeño) que la vida debía ser mucho más que la convención de los hijos la casa propia y jubilar para luego morir frustrado, enfermo y plagado de sueños que nunca llegaban a puerto.
Luego de años de frustraciones y tristezas provocadas por el miedo a expresar quien realmente era, seguí estudiando con la esperanza de encontrar en el tener otorgado por el salario calificado de empleado abnegado una luz en esa eterna búsqueda de la felicidad. Interprete y traductor en ingles español, un diplomado en gestión me abrían las puertas de una gran multinacional donde encontré esa anhelada seguridad fundada en aquella pretensión de escalar en el organigrama de las apariencias, la competencia y la falta de lealtad con una verdad que recién comenzaba a insinuar cierto malestar con esa conformidad desde donde miraba la vida.
Sin lugar a duda mi paso por esta gran empresa fue una gran experiencia, trabaje con personas de todo el mundo; de la India a Gran Bretaña, de Rumania a los Estados unidos y la américa del sur. Fue en ese intervalo de tiempo entre el sueño de la tradición y el despertar guiado por mi pasión donde encontré una de mis grandes alegrías, escribir. Lo cierto es que luego de años de seguridad y comodidad había logrado construir espacios de ocio en la oficina los cuales utilice en levantar nuevas rutinas, así surgieron mis primeros cuatro libros acompañados de una necesidad por atreverme a cambiar.
Sin embargo algo me frenaba, y seguiré insistiendo en este punto; mi inseguridad, en la cual no pretendo profundizar en el actual texto ya que he lanzado cursos enteros alrededor de esa carga que me paralizo por tantos y tantos años, la cual aun encaro cada mañana al momento de comenzar una nueva jornada.
Ya rondaba los 40 años, 13 años ya tenia en esta multinacional donde había desarrollado algunos roles: administrativo, analista, líder de equipo y en mi ultima etapa un puesto que cambiaria por completo aquella percepción de mí que frenaba anhelos de independencia y realización: Encargado de capacitación para los equipos de venta de Brasil y México, un rol que me obligaba enfrentar de manera sistemática la timidez, el miedo a expresar y todos esos síntomas de alguien que no conoce para nada sus inteligencias, capacidad y poder personal.
Comencé a dar charlas, incluso viajaba a esos países que requerían de aquella singularidad al enseñar que había despertado la simpatía dentro de los equipos que me tocaba apoyar. Aquel remesón duro tan solo dos años, por temas relacionados a políticas de globalización de la compañía sumado a la reducción de costos y optimización de los recursos, el equipo fue desmantelado y llevado a Rumania.
Luego de 13 años pensé que el mundo que había construido alrededor de mi trabajo seguro se derrumbaba y me aplastaba. Para mi sorpresa aquel cambio obligado no me pego como esperaba, todo lo contrario, sentí alivio y creo que algo de felicidad.
Pese a que tenia cuentas por pagar; una hija que educar, una hipoteca que cubrir y los típicos gastos que adquiere por tradición un miembro de la clase media en un país del “tercer mundo”, por primera vez en mi vida observaba una oportunidad dentro de un aparente caos en la estructura consumista de mi normalidad. Al mes surgían ciertas señales: una editorial aparecía con una opción para publicar una novela. Luego de 4 auto publicaciones en Amazon, por primera vez una novela seria lanzada a través de una casa editorial.
A consecuencia de mis últimos dos años en aquella gran empresa se me ocurrió (por primera vez en mi vida) capacitarme en cosas que tuvieran sentido con aquella visión que gradualmente se construía dentro de mí. Un diploma en el desarrollo del liderazgo y habilidades directivas; una certificación en coaching ontológico, conjuntamente con un espíritu autodidacta que indagaba en vertientes tales como las neurociencias y la física cuántica fueron los primeros intentos por alinearme a esa pretensión de realización personal que tomaba riesgos basados en sueños, intuiciones y por momentos certezas fundadas en una identidad propia que hablaba con autoridad de eso que deseaba alcanzar.
No les mentiré aún sigo forjando mi camino, los errores son cosas cotidianas, sin embargo y pese a las caídas que he tenido y sabiendo que muchas otras surgirán, algo en mí grita que este camino es el reflejo mas certero que he logrado elaborar de aquella misión que surge cuando aceptamos nuestras historias personales y las alineamos con aquellas metas estructuradas desde la esencia de eso que es proyectado cuando nos arriesgamos en nombre de una verdad en muchas ocasiones poco popular para las masas y su concepción lineal, pero satisfactoria, sanadora y transformadora para aquellos que se atreven a visualizar y sentir la recompensa antes de ver.
Soy un particular convencido de que la ecuación de tomas llega cuando damos vuelta el orden de las palabras que crean realidad; “Si quiero ver los frutos de eso que deseo ser es preciso antes creer.”